martes, 18 de diciembre de 2007


Extraviados en la Estación

Después de tantas y tantas veces que hemos hablado de hacer algo diferente y de sorprender al gran público, después de hacer unos cuantos recitales y publicar tres números de una revista que nos enamoró, sólo a nosotros, pero era nuestra amada. Pues bien, de todo esto, sobre todo de la cabeza del saltimbanqui, sí de ese saltimbanqui que si veis el recital tendréis delante, nació El Pequeño Tren de poesía y Música.

Voy a contar la historia de cómo este tren paró en la estación de Olula de Río y nos impresionó con su poesía y su música hasta hacernos creer que en realidad estábamos haciendo un viaje en tren empujado por notas musicales y cuyo maquinista era la palabra. Yo trabajo en el Ayuntamiento de Olula del Río y la concejala de cultura me propuso hacer un recital de poesía. Después de meditarlo un poco y calcular el riesgo que conllevaba, decidí llamar a Ricardo para proponerle llevar El Tren a Olula.

Como era de esperar aceptó, y nos pusimos a organizarlo. Toda organización de un evento de este tipo repercute un poco en los nervios del que la organiza; pero con Ricardo esto se multiplica por tres veces. La razón es, que no para de pedir cosas. Su frase es: «A ver si se puede». Con todo, fui consiguiendo todo lo que él me pidió hasta tenerlo todo colocado el lugar donde se iba a realizar la actuación. Teníamos el equipo de sonido, las luces, los músicos y los poetas. Las cosas iban bien y todo se desarrollaba con normalidad, eso sí, con los incidentes normales que conlleva la organización de una cosa así, hasta que una mañana, me llama y dice que podemos hacer algo de decorado; él en Almería y yo en Olula, pero un nombre me vino a la cabeza, Maricruz. Llamo a Maricruz y le pido que si nos puede hacer un reloj de esos que suelen verse en las estaciones de tren, para colgarlo desde el techo del auditorio y demos el ambiente de estar en una estación. Ella me responde que sí, lo único que pide es cartón.

Pasan los días, terminamos de montar el sonido las luces, y voy a casa de Maricruz para recoger el reloj. Cuando llego al destino que me había fijado, mis ojos no pueden creerse lo que están viendo. Nos había hecho una estación de tren perfecta, y solamente con cartón.

Llega el día del recital, nos vamos al auditorio a montar el decorado. Todo estaba perfecto, el decorado era maravilloso y en realidad parecía una estación de tren. La gente comenzó a llegar, la verdad es que esperábamos más público, pero eso no nos importaba demasiado. Cuando el recital terminó, no es como si hicieses un viaje en tren, es que, en realidad, haces un viaje en tren. Nada falló. Lo cierto es que nada podía fallar, los músicos son buenísimos y los poetas increíbles.

No cuento nada del contenido del recital porque hay que verlo. Aquí solo os dejo la sensación que deja vivir la experiencia de disfrutar de esas pequeñas cosas que a veces te encuentras en el camino y te alegran un poco la vida.


Olula del Río 9 de Julio de 2007
Sergio Galera González