miércoles, 25 de abril de 2007


Una noche como ésta, conocí a Satán. Pero no era ni la sombra de lo que decían, de todas formas es sano desconfiar de lo que dicen los demás de otros. Tratándose de El Dios de las Tinieblas, más bien hay que temer… pero eso mismo en sus ojos averigüé… en su sincera mirada descubrí el temor de los hombres. Ya lo he dicho era una noche cualquiera, yo había bebido ya, evidente era que no me lo iba a encontrar después de salir de misa. Estaba sentado en el escalón de un oscuro portal, en la misma oscuridad de la que podemos disfrutar esta noche, tenía las manos sobre la cara, y a pesar de lo que dicen, ya les digo, me transmitió tal sensación de fraternidad, lo que estaba viviendo Satán, fuera lo que fuese, yo también lo había vivido, estaba seguro. Así que no lo dudé dos veces, le ofrecí un trago.
Desde ese instante me hallé con Satán en una aventura inolvidable. Es cierto, es mentira lo que nos han contado los curas de él. Ha vivido el exilio, la calumnia, el odio y la humillación, es más humano que muchos de los que dicen estar vivos. Nunca imaginé que el infierno fuese algo de lo que no hubiera que preocuparse, después de la vida estamos más que preparados para él, yo diría que nos podemos sentir como en casa. De todas formas la situación en la que nos encontrábamos era otra, muy distinta a la de Dante, no había océanos de mutilados ni barcas y a él no le correspondía esa imagen de poder, no era ostentador de ningún reino, y ni siquiera provocaba ninguna horrible sensación de miedo. De lo que Satán padecía era de Amor. Es cierto, parece extraño pero realmente es un juego prohibido el del amor, y sabemos, que lo prohibido ya lo inventó Dios y Satán. Pues así fue que lo perdió todo, se había desecho de tanto ego, que ya les digo, no era ni su sombra.
Hay veces que si nos concentramos mirándonos en el espejo, podemos ver que la silueta de Satán nos atrapa… aquí traigo los versos que le escuché en aquél sucio portal mientras sonaban acordes de una diabólica música prominente del alcantarillado que había debajo de sus pies.


Camino por el interminable pasillo de mi casa
hasta llegar al final de la escalera
y en vez de fumar uno de mis cigarros verde metal
me dio por escribir entre las hojas de una vieja libreta
pero descubrí a un pájaro aleteando sin parar
recordando que la ventana seguía cerrada
me levanté decidido a acariciar su pico y sus agitadas alas
pero no estaba aquí para cantar y tampoco para volar
su plumaje era gris, todo era gris
lo tomé entre mis garras y lo dejé morir
hasta que su pequeño corazón dejase de bombear
su intranquilo cuerpo
Fue cuando te vi, desde el cristal, eras pura melancolía
mientras tu público impaciente esperaba un gesto, una palabra
En tu cara se contenía una lágrima

Y una columna de agua colgaba desde el techo
me impidió seguir admirando tu dulce firmeza
soy un mediocre diablo que no consigue concentrarse en nada
sólo ocho segundos te bastaban para mi
ahora ya nada es lo mismo, sólo tu recuerdo
desde tu partida o tu llegada
los vecinos suben y bajan las escaleras mientras quedo inmóvil
como un discreto sonámbulo entre el cielo y el infierno herido de muerte
repitiendo exhausto lo que me acercó a tu imborrable rostro
aún sigo sin saber donde
de bien saldría a la calle, pero he perdido tantas veces
me da miedo, me da miedo encontrarte distinta y distante
que no puedo cruzar el umbral
que alguien le dé a la luz y encienda el fuego de una jodida vez
seré muy breve: te extraño y esto duele

Estoy en una pesadilla continua
he abandonado mi patria y la he convertido en ríos de agua
nadie me tendrá respeto ya, porque me dejé caer
como lo hice ya una vez
hace mucho tiempo cuando me condenaron a esto
el infierno ha terminado
su lágrima ha resuelto el final
donde yo me ahondo y me dejo llevar por la suerte
que me debieron robar al concentrarme en tu cara
es triste yo que me aproveché de los que no podían salir
de donde ahora yo me encuentro, fausto podrá vengarse
y las columnas de agua no dejan de caer
mojando mis ganas de alcanzar la ventana
porque sólo había un pájaro gris que ya no volverá a aletear
mientras me acerco de nuevo una y otra vez al cristal en el que me sorprendas
y salgas de tu escondite para tragarme el vaho en un soplo de vida.
continuará...
El saltimbanqui