jueves, 22 de marzo de 2007

Una chica se muere de hambre;
hay un trozo de chocolate
en los dientes del pobre;
millones en la caja fuerte del rico
¿quién debe darle de comer?
¿quién debe sanarle su estómago
donde ya no queda ni sangre ni corazón?
El pobre sabe que cuando acabe de comer
volverá a estar hambriento como la chica.
Por eso, y por algunas cosas más
como que ella aún es guapa
(lleva poco tiempo enganchada)
él se siente afortunado hoy
y la confianza le hace tener esa sonrisa
que a tanto público encantó.
Arranca de su trozo otro trozo
más grande que el suyo,
cosas de los nervios,
y comen juntos.
Hubieran preferido mesa y mantel
con velas y una moto que les llevara
hasta un hostal frente al mar…
Pero disfrutan de las miradas
y las risas, intentando disimular,
no les cuesta trabajo, nadie les obliga.
No necesitaron más que un trozo de chocolate
para comer juntos, y luego agarrarse de la mano,
disfrutar de un paseo por la playa.
Sin importarles hoy que los miren
porque no hay más ojos que los suyos.

El rico y sus millones, no piensa en esas tonterías.
Las grandes potencias del mundo
les gustan los cruceros de lujo
y les molesta el chocolate de los pobres.
Tampoco ninguna divinidad tiene que ver en este cuento,
no existe ni democracia, ni insignias,
sólo una mentira…
y una verdad:
esta historia no acaba bien
porque ellos morirán sin nada,
y al rico le jode que mueran con una sonrisa


Miss Carrusel
(volveré cuando esté limpia)